martes, 23 de octubre de 2012

Time has passed...

No me acuerdo de cómo he llegado a acordarme de que existía este blog, pero... desde el mismísimo mes de mayo hasta hoy, 23 de octubre, han sido cinco meses que han tenido mucha, mucha miga.

No se equivocaba Chorcha al decir que este verano ha sido uno de los más espectaculares de nuestras vidas.

Todo comenzó en casa de los abuelos de Jota. Las cristaleras triangulares y el ventilador gigante siempre me recordarán a cierta moneda antigua española... aquellos que estuvieron allí lo entenderán. Miles de paranoyas en aquellos sofás mientras el autista del anfitrión echaba raids sin parar mientras hablaba por el micro con los colegas de la guild. Cabrones.
Recuerdo que llegué a jugar al WoW llevado por mi... perjudicado estado, pero el intrincado mecanismo de teclas-direcciones de la montura voladora de mierda me acabó abriendo el ano, por lo que a los 20 minutos lo dejé con desesperacion puta.
Mientras tanto, el humo se pegaba en las cortinas que al día siguiente J debería encargarse de limpiar y Eli tenía magníficas ideas como aparecer de la nada por la puerta como el jodido Slenderman, trayendo consigo problemas cardíacos para los que ya nos veíamos en alguna secuela de Le Catada.

Por aquel entonces, creo recordar, ya empezaba a asomar el gran Dookie por el altavoz del móvil, a la vez que ciertos homosexuales pretendían boicotear nuestro gran plan de traer a Joe Billie a todos y cada uno de los ciegos comunales. Pero nuestra obra aún estaba empezando y se avecinaban escenas verdaderamente grandes tras el bajo de Longview o los hipnóticos ritmos de Last Ride In.

Acabada la primera temporada de casa-abuelos-de-J, el río siguió corriendo. La red del Parque del Dragón (conocido por ser uno de los lugares mas yonkis de Cáceres) acabó convirtiéndose en el incómodo y adorable lugar de nacimiento del primer mariachi (para quien no sepa lo que es, una plegaria a San Google). A fuego tengo grabados los pivotes de madera que aparecían donde no debían, o las rayadas con los globos que recogíamos del Happy Meal del McDonalds.

Aprovecho que he mencionado la famosa multinacional para saludar desde aquí a la sirve-hamburguesas a la que pedí un Crispychicken. Mientras mis adorables colegas se sentaban como ratas en el lugar más alejado posible del mostrador (no sin antes encargarme la hamburguesa de turno sin dar tiempo a decir que no, por supuesto) yo me las vi como El Último Superviviente ante la mierda de elefante. No solo es patético pedir una Crispychicken en el McDonalds, sino que además estés tú solo y la pobre mujer se piense que la estás trolleando. Creo que se molestó; solo me puso una bolsa de ketchup. Puta.

Pero aquello seguía siendo solo el principio.

Se iban acercando cada vez más las épocas Insomniac y Warning. Los columpios del Parque del Yonki Dragón pronto se volvieron atracciones de feria (con lo cutre que es un columpio y lo que se puede aprovechar en una fumada...). Y hablando de columpios, cómo olvidar la gran aventura de la red gigante donde Jota se convirtió en Spiderman alcanzando ángulos imposibles en la trayectoria. Aquella noche no cayó el Dookie, pero sí viejas canciones de Ska-p que uno solía escuchar a los 13 años. Buenos tiempos.

Se iba avecinando uno de los grandes momentos del verano, tal vez el primer Momento Épico, no sin antes haber gastado bastante dinero en el McAuto. Apuesto a que el vendedor del cristal ya le tiene cariño a nuestros ojos... congestionados, por decirlo de alguna manera.

Y, por fin, la casa de Olmo estaba libre. Primer Momento Épico. Tras planearlo durante un tiempo, conseguimos juntar Xbox, God of War 3 (Poseidón masacrado en primera persona, muy bueno), un cassette de estos antiguos con botones enormes, fregonas sucias, mesas aún peor, botellas y botellas de agua, y bañeras ocupadas por individuos que luego no lo tendrían fácil para salir. El truco del 8 con el flash del móvil ya es un clásico, y hay grabaciones de eso.
También descubrimos que ver Hércules después de haber permanecido años enterrado en la memoria no tiene precio.

El verano siguió su curso y muy pronto llegaría el Segundo Momento Épico. Sin apenas tiempo para recuperarnos del duro golpe de casa de Olmo, el campo de Jota abría sus puertas acompañado de Jack Daniel's, tequila del malo, poker y shu bellotaca. A eso de las 8 de la tarde ya se iban acumulando 2, cuando no 3 porros en una misma persona, que suplicaba a los demás que le ayudaran en la ardua tarea.
La noche del viernes fue un descontrol tal que, mientras pisaba descalzo los restos de la pota de Jota, el inquebrantable Rata se veía derrotado ante el poder de la botella de Coca Cola imbuída ancestralmente por los dioses del THC. No faltaron las escenas lésbicas ni el vasito de leche a las 7 de la mañana, ni el brutal dolor de cabeza al mediodía al vernos trolleados por los titos en respuesta al jolgorio y regocijo de la madrugada anterior.
Sin embargo, aquello sería recompensado en la noche del sábado por una visión del cielo que nos dejó doblados durante un par de horas. Conversaciones existenciales y mucho, mucho apalanque tras un intenso fin de semana.

Pero aquello continuaba sin descanso. Chump y Welcome To Paradise acabaron siendo la banda sonora en noches grandiosas, como aquella que dio lugar a una de las mejores grabaciones de la historia. Con tintes de programa nocturno de radio, el cambio de Skrillex a For Whom The Bell Tolls será recordado por los siglos como lo más épico desde el Chupito de Tequila con devolución.

Benditas copas de vodka con lima que nos brindaron una de las grandes noches. Con méritos suficientes como para ser galardonado con el título de Tercer Momento Épico, el cumpleaños de Jota llegó a nuestras vidas. Ya iba mereciendo la pena cuando pudimos observar a Pitu desde la plaza hasta Bahía con los tacones de Isa puestos, ofreciendo una interesante visión de cómo puede llegar a degenerar una noche. pero lo interesante llegó después, cuando provistos de vales gratis por copas nos metimos en Bahía a darlo todo. La cosa llegó a desmadrarse tanto que llegamos a rebozarnos por el suelo en la calle. Recibí tres guantazos bastante generosos de un Pitu algo perjudicado (que me ayudaron a espabilarme, todo sea dicho), mientras Olmo se daba cuenta de que aquello que teníamos en la copa no era vodka sino JB con Red Bull, creándome así un trauma de por vida con las bebidas energéticas.
La cosa prosiguió con proposiciones de robo de coche y con el desfase máximo ante We Are The Champions mientras nos llenábamos las copas con el líquido de los cocos de adorno y Eli dejaba el regalo a los camareros. Grande, muy grande, incluso superando a la resaca del día siguiente.